PALACIO DE LOS CONDES DE LUNA
Palacio de los Condes de Luna
Bienvenidos lectores a este ya oficialmente veraniego mes de junio. Comienza esta nueva etapa estival llena de artículos sobre la historia de León. Como ya habrán supuesto, durante estas semanas nos encargaremos de dar a conocer las leyendas, los secretos y las curiosidades del Palacio Conde Luna, pero no se despisten, pues mi compañero el Cicerone se volcará en hacer un repaso por algún que otro aspecto interesante de calles como Dámaso Merino, la Rúa o el Rollo de Santa Ana.
Como suele ser ya tradición a la hora de enfocar un texto historiográfico, es necesario comenzar por el principio. Este edificio, que parece olvidado al paso del tiempo, en una localización un tanto separada del núcleo callejero y encajonado en una esquina no es sino uno de los palacios más importantes de León. Beberemos de las investigaciones de Margarita Torres, quien formase parte de las diferentes prospecciones y quien fuese responsable del estudio del edificio antes de ser reconvertido al actual Palacio de los condes de Luna.
Les pediré un poco de esfuerzo en cuanto a la visión espacial, pues nos encontramos en una zona urbanísticamente muy curiosa. El Palacio de los condes de Luna ocupa uno de los recodos de la muralla romana original, en su interior, por lo que se han hallado, en varias prospecciones, restos de alto valor histórico que datan de la primera construcción de León. También se observa, de la época medieval, un sistema constructivo de doble aparejo de mampostería, de cantos rodados y relleno el espacio anterior con calicostro de piedras de menores dimensiones. Corresponde al periodo del siglo XVI. El compendio de las excavaciones realizadas por Fernando Miguel entre 1987 y 1996 se encuentran recopiladas en el libro Palat del Rey de Margarita Torres, y en la memoria de obra localizada en el Archivo Municipal que con gusto me acercaron Cintia y Magín.


El Palacio de los Condes de Luna se levanta junto al regio palacio levantado por Ramiro II que correspondía a la parcela más cercana a la calle Ancha que comunicaba casi toda la manzana hasta lo que hoy es la iglesia de San Salvador de Palat del Rey. Las crónicas nos aseguran que Ramiro II había levantado este regio monasterio dedicado a San Salvador, en honor a su hija, Elvira Ramírez. Pero es en el siglo XI cuando el Palacio Real de Ramiro II, que parece que se encontraba dentro del cenobio, o los restos que aún remanecían de él fueron trasladados a las cercanías de San Isidoro, por orden directa de Fernando I y doña Sancha, al desear unificar el culto religioso en aquel lugar.
Pero en referencia al Palacio, debemos ubicarlo ya en las crónicas en 1609, cuando Fray Prudencio de Sandoval y el Padre Yepes recogen de esta manera la localización precisa del palacio:
“Otro muy ilustre llamado Palaz del Rey, porque fue fundado en el palacio del rey don Ramiro, y se hizo aquella fábrica para la infanta doña Elvira, y estuvieron en el enterrados los reyes bienhechores de San Claudio, don Ramiro el segundo y Ordoño el tercero, y don Sancho, que llamaban el gordo, y con tener tantos estriuos, y apoyos, con prendas de cuerpos reales, aun a penas saben oy en León señalar el sitio: porque en esto ay opiniones, pero yo creo que a donde están agora las casas del conde Luna. (Torres, p. 86)
Por lo tanto, desde el Siglo XI hasta que los Quiñones adquieren los espacios mencionados, todos estos solares y casas son reconocidos como las cámaras del rey, o Palacio del Rey, formando parte de las estancias del aquel desaparecido Palacio de Ramiro II.
En el siglo XIV serían adjudicados los terrenos a Pedro Suárez de Quiñones, y entiendan, cómo no, que hay una intrahistoria familiar muy curiosa en el núcleo de los Quiñones, pero que por una cuestión práctica, nos vemos obligados a resumir en directos esbozos de su trayectoria.


Como habrán ya visto en los planos confeccionados por Torres, del Palacio original apenas se conserva la estructura central de la fachada y un torreón renacentista que está datado en el siglo XVI. La heráldica del conjunto es muy clara en cuanto a su origen. El escudo de los Quiñones, que ocupa el centro del pórtico, y dos de la familia Bazán, cada uno a un lado del anterior, sobre un balcón llamativo con columnas del estilo ramirense. Estos dos escudos citados pertenecen, como bien hemos apuntado, a la familia Bazán, pues es Juana González de Bazán quien contrajera nupcias con Suero de Quiñones.
Durante varios siglos fue utilizado por la familia Quiñones hasta que Enrique IV, concediese, en 1462 a Quiñones don Diego Fernández Vigil el título del conde de Luna. Sería en esta época, alrededor de la figura de Francisco Fernández Vigil de Quiñones cuando se urdiría la trama para asesinar al obispo Vergara por los parientes del canónigo Cabeza de Vaca y que ha dado pie a la fantasmagórica historia del espectro que ocupa el Palacio de los Condes de Luna.
¿Sabían ustedes que, todas las noches, al ocupar la oscuridad el espacio que llenaba de luz el sol, el espectro del Palacio de los condes de Luna comienza a vagar por los pasillos del edificio, atemorizando a los funcionarios y a los investigadores que aún sufren su extraño comportamiento?
Efectivamente, queridos lectores. Entre sus paredes se esconde el recuerdo de aquel obispo de la catedral, quien fuera asesinado a sangre fría y persiguiese, aún en la muerte, a sus traidores.
Volviendo al Palacio y a su historia, es en 1787 cuando se tiene constancia de las primeras alusiones directas a las casas de luna, recogiendo esta información en el Archivo Municipal de León en el dosier de D. Antonio Ponz: “Fuera de las Iglesias no faltan en León algunos edificios dignos de mencionarse. La casa que llaman de Luna, perteneciente a los condes de ese título, es bastante grande y suntuosa, sin embargo de que no se acabó de construir y se ve que las ideas eran mayores como manifestaban las columnas de un patio empezado a espaldas del que hoy existe”.


Cómo me siento retratado por este Cicerone del siglo XVIII, que recorría las calles de León buscando y persiguiendo la historia de los preciosos edificios idílicos de nuestra ciudad, tal y como el autor de estas líneas realiza en el primer cuarto del siglo XXI. Apenas tres siglos nos separan, y las diferencias son muy escasas.
Por último, cabe mencionar el famoso torreón, que bien pudiera competir con otros cubos de la muralla en altura, esbeltez e importancia, ordenado construir por doña Catalina Pimentel, quien se casase con don Claudio Vigil de Quiñones y fuera una de las grandes impulsoras de la cultura del renacimiento en León. Fue entre los años 1572 y 1588, bajo las órdenes de aparejadores que estaban al servicio del mismísimo Juan de Rivero Rada.
La fachada original ha sufrido varios cambios desde su construcción, pero siempre ha mantenido su estilismo y su ornamentación medieval y renacentista. Por otro lado, ¿sabían ustedes que existió un Tribunal de la Inquisición en nuestro querido León y que este se ubicó en el Palacio de los Condes de Luna?


Como recordarán, el dominio de los Quiñones, dueños y constructores originales del palacio en el siglo XIV estaba afincado en tierras del Órbigo, del Omaña y del Bernesga, donde se ubicaría el legendario castillo de Luna. Irán incrementando, a lo largo del siglo XV, sus dominios hasta las tierras del sur de la provincia, es decir, mi queridísimo Páramo, convirtiendo a mediados de siglo Laguna de Negrillos en la capital de sus estados. Esta información está compilada en la memoria histórica del proyecto de remodelación del Palacio Conde Luna en el Archivo Municipal de León.
El condado de Luna pasó a la casa de Benavente y a través de ella llega hasta nuestros días incorporada al linaje ducal de Frías. Conforme los años fueron pasando, el barrio circundante a Palat del Rey fue perdiendo el esplendor que un día llegó a poseer. Sus estrechas calles, sus peligrosas y oscuras esquinas dificultaban el tránsito de los vecinos durante la etapa barroca de la ciudad y, aunque fuese un momento de auge arquitectónico, con edificios de gran calibre, estos se proyectaban hacia la parte exterior de la muralla y las cercas, olvidando partes del centro, como la plaza de los condes de Luna.
El cuerpo central del edificio cuenta con una fachada reconocible, y de la que se abren numerosos ventanales que se asoman a la plaza. Varias buhardillas y patios interiores que dotan de amplitud a espacios arquitectónicamente ganados a la superficie del terreno. Durante siglos, el Palacio fue perdiendo su importancia, y siendo olvidado por parte de los leoneses, como una de esas anticuallas antediluvianas de piedra que apenas movilizan una mirada a los paseantes solitarios que se disponían a pasar a su lado.


La plaza del mercado, como ya se ha conocido en diferentes ocasiones era un lugar esencial para la agrupación organizada de puestos y carros con frutas, verduras, carnes y todo tipo de alimento; mientras eso sucedía, a las espaldas de los leoneses, el palacio perdía todo cuanto los señores Quiñones, Bazán, Benavente y Frías le habían regalado conforme el paso de los siglos.
Incluso con el reciente nombramiento de Monumento Nacional en 1931, el palacio cayó en desuso hasta 1979, cuando comenzasen las obras de remodelación. Pero el Palacio, aunque recuperase su esplendor durante pocos años, seguía olvidado y vacío, dispuesto como almacén de frutas para los mercaderes. Por ello, dio comienzo, en 2002, uno de los proyectos más ambiciosos de la ciudad: “Proyecto de rehabilitación para su utilización como Museo de la Semana Santa”.
Ya hemos conocido cómo funciona la museología y la museografía. La búsqueda continua de emplazamientos para los diferentes contenidos que buscan continentes no nos es extraña; ya ocurrió con las galerías Pallarés, reconvertidas a Museo de León. Pero en este caso, la inversión, en 2003, exigía una implicación mayor de lo común. Como se habrán imaginado, el Palacio de los Condes de Luna nunca llegó a ser el Museo de la Semana Santa.
Siguiendo con la línea histórica del palacio, cabe destacar la famosa figura de don Miguel bravo Guarida, quien fuera uno de los mayores cronistas de la ciudad de León. Entre sus trabajos, rescatan los historiadores, estas líneas sobre el palacio durante la primera mitad del siglo XX: “El palacio de la plaza del Conde, está hecho apoyado en la muralla, que ocupa varios cubos y en la artística portada adintelada, bajo el arco gótico, campean en el tímpano las armas de sus fundadores, el escudo con veros redondos de Quiñones entre dos jaquelados de Bazán.
Tras un estudio preliminar del palacio, se llegó a la conclusión, en la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural de León, el 4 de diciembre de 2003, que el presente edificio debía someterse a un profundo estudio para conocer su estado actual de conservación y aplicar las prescripciones propuestas por la citada comisión, descubriendo parte de esta historia olvidada de León.


Y efectivamente, se encontraron, al entrar en aquella mansión, una preciosa casona dispuesta como en el siglo XVIII, dividida en diferentes parcelas o pisos con un objetivo en común, hacer que el Palacio de los Condes de Luna gozase de un esplendor inusitado en la ciudad de León. Pero el interior del mismo, como hemos visto a lo largo de este artículo, se encontraba en ruinas, y deben realizar diversos trabajos de documentación, aunque mucha de la información, policromías, y detalles medievales, cómo no, se ha acabado perdiendo.
Por todo ello, y tras observar el paulatino deterioro del palacio, se compromete la comisión, y en concreto el arquitecto Saenz de Miera a realizar una intervención respetuosa en los dos cuerpos históricos que conforman el palacio, con intención de construir, en su interior, el Museo de la Semana Santa de León.
El proyecto se llegó a realizar, pues hoy el palacio del Conde luna Goza de este esplendor gracias a la remodelación de principios del presente siglo, pero no fue el Museo de la Semana Santa su última adjudicación pues, a última hora, decidieron que este no iba a ser el objeto de exposición. Este procedimiento, que no conllevó publicidad alguna, tal y como señala el informe pericial del arquitecto Miguel Martínez Puente, tenía un presupuesto de 60.000 euros.
Aunque el proyecto relacionado con la Semana Santa no llegara a buen puerto, quizás por incongruencias en el contrato o por desavenencias entre las partes implicadas, el conjunto arquitectónico fue restaurado, habiendo observado cómo se encontraba al comienzo del año 2003, cuando la mayoría de las fotografías fueron tomadas por los investigadores. Hoy en día el palacio goza de una salud de hierro, albergando un museo interno con infinidad de exposiciones.
Pero, es cierto, querido lector y lectora, nos hemos dejado un apunte en el tintero, aquella referencia al fantasma que vaga por sus pasillos. Pero hay otras muchas historias que contar, por ejemplo, la aparición de aquel antiestético tendejón del mercado cubierto, como diría Victoriano Crémer, o la misteriosa pieza de ajedrez de la plaza del conde Luna. ¿Han visto alguna vez la plaza desde el aire, dibujada en un mapa del siglo XI?


Ante todo, un breve resumen de lo antes visto, que recomiendo al lector ocasional, pero que bien puede saltar el ya asiduo a esta sección. El Palacio del Conde (o los condes) de Luna fue ordenado construir bajo las órdenes de don Suero de Quiñones, que levantaría un palacio en el seno del centro neurálgico de una bella ciudad bajomedieval durante el siglo XIV. Varios cambios ha sufrido el palacio, desde el abandono máximo hasta la incorporación de un torreón renacentista en el siglo XVI. Pero la más curiosa de sus alteraciones fue aquella que sufrió en 2003, cuando remodelado al completo estuvo a punto de convertirse en el Museo de la Semana Santa de León.
Ahora es menester que abordemos la breve historia de la plaza de los condes de Luna. Esta fue ordenada construir por Alfonso XI, a principios del siglo XIV. Esta plaza, tanto originariamente, como en la actualidad, estuvo dedicada al comercio y al mercado de alimentos. En ella se llevaban a cabo diferentes actividades que denotaban un costumbrismo típico medieval, renacentista y barroco hasta que en el siglo XX se estableciera el mercado oficial cubierto que dejó de funcionar durante un breve lapso y hace poco que ha vuelto a la vida.
En la plaza de los condes de Luna se ubicó la primera sede del Banco de España, como ya hemos observado en otras fotografías. Según las palabras del sabio Armando G. Colino, que siempre nos ilustra con la historia de las calles de León, los arquitectos del rey Alfonso XI proyectaron un paralelogramo muy próximo a la cuadratura perfecta, a la que se llegaba por diferentes vías. La construcción de las diferentes casonas, como ya hemos visto en el caso del Palacio del Conde Luna, hizo que la Muralla Romana original estuviera prácticamente dispuesta en paralelo al primer brazo de la plaza de los condes de luna.
Algunas personas solicitaron la apertura, en aquel basto lugar, que luego habría de quedar cercado para siempre, de un extenso jardín. Y no hubiera sido una mala idea, pues las horas de deleite paseando junto a una ajardinada y florida plaza, hubieran servido a más de un escritor para encontrar la inspiración que seguro les costó hallar en otros lugares más asépticos.


Por este motivo, cuando construyeron el mercado actual, muchos fueron los que dijeron que se ponía en riesgo a los clientes debido a las condiciones de insalubridad que en el lugar se encontraban, casi sin acordarse de que antaño la exposición de pescados frescos se realizaba al aire libre y sin medidas higiénicas.
Según cuentan las crónicas, aquel día de inauguración del mercado de abastos, el 1 de enero de 1928, la nave ya contaba con siete carnicerías, seis fruterías, tres pescaderías y una tripicallería, que para aquellos que desconozcan este término, es el lugar en el que se venden todo tipo de elementos relacionados con la casquería. No fue hasta 2009, que la plaza del mercado de los condes de luna sufrió la última gran remodelación, bajo el nombre de “Proyecto de mejora de las instalaciones del mercado Conde Luna”, aprobada por doña Carmen Jaén Martín.
Callejeando entre los recuerdos de un antiguo libro sobre león, encontramos el siguiente testimonio sobre el Palacio de los Condes de Luna:
“En la década de los años treinta, el derrumbamiento de una parte de la muralla, perteneciente al palacio, causó desperfectos que no pudieron ser reparados en su totalidad por imposición del Ayuntamiento de León. Posteriormente, solo se llevan a cabo, por la fundación Octavio Álvarez Carballo, los trabajos de conservación imprescindibles para mantener su estructura. Hacia 1974 se produjeron algunos hundimientos por causa de las lluvias, llevándose a cabo pequeñas reparaciones. Las lluvias de los días 7 y 8 de noviembre de 1978 provocaron, en la mañana del 9, el hundimiento del tejado de la torre renacentista del siglo XVI, arrasando en su caída las sucesivas plantas inferiores”.
Pero, como ya supongo que intuyan, el Palacio de los Condes de Luna volvió a resurgir de sus cenizas, siendo ahora el inmutable y bello edificio que hoy nos obsequia con su presencia en la plaza de los Condes de Luna. Pero no volvió solo. No, queridos lectores, pues un espectro lo acompañó. Conozcamos la historia del fantasma del Palacio del Conde Luna.
Esta historia ha interesado a investigadores de la notoriedad del mismísimo Iker Jiménez y ha sido recogida ya en muchas crónicas.
Por las noches, durante el cierre parcial del monumento a los visitantes, muchos son los funcionarios y trabajadores que han experimentado cómo su piel se ha erizado al pasar por un pasillo deshabitado. Esa sensación de presencia otra recrudece en su subconsciente y les hace valorar la existencia de un ente que circunda los laberínticos pasadizos del Palacio del Conde Luna. Pero, ¿cuál es la leyenda?


A finales del Siglo XV, el canónigo de la Catedral de León desde 1470 a 1478, don Rodrigo de Vergara, se enemistó, aún no sabemos muy bien el porqué, con el canónigo tesorero de la Catedral, Fernando Cabeza de Vaca. Fueron los Condes de Luna los que, haciendo de intermediarios, intentaron apaciguar aquella tensa calma que reinaba entre ellos, para que no salpicase al cuerpo religioso de León, que en nada se tenía que mezclar con aquellas discusiones.
De buena gana, el obispo se atavió con sus mejores galas y preparó un convite para Fernando Cabeza de Vaca, quien acudiría sin sospechar que el obispo planeaba la muerte del canónigo. Esta historia, recogida en el libro de Gregorio Fernández Castañón, plantea dos versiones del conflicto: la primera es que el canónigo fuera envenenado. La segunda es que el mayordomo del obispo aprovechase con alevosía el despiste de Fernando para acuchillar varias veces su torso.
Los familiares del canónigo, con conocimiento del terrible suceso, prendieron el palacio episcopal donde se encontraba el obispo, que consiguió huir hasta el Palacio de los Condes de Luna. Allí encontró también la muerte, descomponiéndose su cadáver pero remaneciendo su espíritu y su alma entre las paredes del edificio.


Otro de los misterios de la plaza es la presencia, tallada en piedra de una pieza de ajedrez maravillosa que señala la afición de los Condes de Luna para practicar este tranquilo deporte. En su interior, se puede observar una sala con una exposición de unas gigantescas piezas sobre un tablero de ajedrez. Por supuesto, los Condes no solían jugar con este, pues bien incómodo hubiera sido para la época, pero me gusta pasear por mi querido León observando las curiosidades que se esconden en las esquinas de la ciudad desde el siglo XIV.
De esta manera terminamos nuestro paseo por el Palacio de los Condes de Luna. He de recordarles, que antes de contar con este nombre, en los mapas y en las crónicas, estos solares o almacenes eran denominados como las estancias reales, prácticamente aledañas al Palacio de Ramiro II, junto al Monasterio de San Salvador; hoy todo ese patrimonio se ha perdido para siempre.
Empero, no fue el único palacio que habitó León por aquellas fechas. A mediados del Siglo XIV, un nuevo y flamante palacio aparecía en el horizonte arquitectónico de la ciudad de León. No les hago esperar más, pues ya habrán visto que, como mi homólogo Cicerone ya ha estado mencionándolo. Allí, en la Rúa, con General Lafuente, Independencia y prácticamente parte del Emperador, se ubicó uno de los mayores Palacios mudéjares en España. Conozcamos la historia, en posteriores episodios, del Palacio Real de Enrique II.
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