LA HISTORIA DE LA CALLE ANCHA
La calle más famosa de León
La Calle Ancha de León ha sido, a lo largo de los siglos, el eje vertebrador de la ciudad, consolidándose como la arteria principal por la que discurría la vida cotidiana de sus habitantes. Curiosamente, aunque su longitud siempre fue notable, su anchura en sus orígenes distaba mucho de la que hoy conocemos. De hecho, hasta bien entrado el siglo XIX, la distancia entre las edificaciones que la flanqueaban no superaba los tres metros y medio. No obstante, su extensión era ampliamente reconocida y, en tiempos pretéritos, su trazado no constituía una única vía, sino que estaba dividido en dos calles diferenciadas.
Los nombres con los que se conocían sus tramos reflejan la historia y las transformaciones urbanísticas de la ciudad. Desde el Palacio de los Guzmanes hasta la actual Calle Cervantes, la vía se denominaba Calle San Marcelo o Calle del Cristo de la Victoria, mientras que el tramo comprendido entre la Calle Cervantes y la Catedral era conocido como Calle Catedral o Calle Herrería de la Cruz. En el punto donde ambas calles convergían, en pleno siglo XII, surgió una denominación peculiar: el Punto de los Cuatro Cantones, una referencia a la intersección de diversas calles y edificaciones que marcaban el centro neurálgico de la ciudad medieval.



El nombre de la Calle del Cristo de la Victoria encuentra su origen en la pequeña capilla neorrománica que aún se conserva frente al Palacio de los Guzmanes. Este templo, aunque reformado y reducido con el paso de los años, sigue acogiendo a los fieles en un pequeño espacio devocional. En el mismo entorno, la Iglesia y la Plaza de San Marcelo, que dan nombre a otro de los tramos de la calle, han sido testigos del desarrollo de la ciudad durante siglos. La Farmacia Merino, con más de dos siglos de historia, sigue en funcionamiento, constituyendo un vestigio de la tradición comercial de la zona.
En el siglo XIX, el influjo del urbanismo moderno alcanzó León con la llegada del Ensanche, un concepto arquitectónico inspirado en las reformas del Barón Haussmann en París y en el Plan Cerdá de Barcelona. En el caso leonés, esta transformación implicó el derribo de parte de las edificaciones de la Calle Ancha. Sin embargo, se estableció la premisa de conservar ciertos elementos patrimoniales, como el Palacio de los Guzmanes y el del Marqués de Villasinda, lo que llevó a que las demoliciones afectaran únicamente al margen derecho de la vía. Así, la Calle Ancha ganó en amplitud y luminosidad, convirtiéndose en un espacio más habitable y atractivo para los paseantes.
A finales del siglo XIX, la remodelada calle se convirtió en el epicentro social de la ciudad. Sus nuevas dimensiones y el embellecimiento de su entorno la transformaron en un paseo obligado para los leoneses, que encontraron en ella un símbolo de modernidad y progreso. Con la llegada del siglo XX, la Calle Ancha se consolidó como un espacio comercial dinámico, repleto de tiendas, cafés y establecimientos que contribuían al auge económico de la ciudad.


No obstante, la historia urbana de León también se vio marcada por los avatares políticos del siglo XX. En 1939, tras el final de la Guerra Civil Española, Francisco Franco visitó la ciudad y ordenó la unificación de las dos calles históricas bajo un nuevo nombre: Calle del Generalísimo Franco. Esta decisión no fue aislada, pues muchas otras calles de León fueron renombradas en consonancia con la simbología del régimen. Un caso paradigmático es el de la Calle Varillas, desde cuya famosa tienda Gnomos se podía observar la inauguración de la Calle Legión Cóndor, en honor a los voluntarios alemanes que habían apoyado al bando franquista durante la contienda. Pero esta es otra historia que merece su propio relato.
La denominación de Calle del Generalísimo Franco se mantuvo hasta finales del siglo XX, cuando la modernización del tráfico urbano comenzó a generar problemas en la arteria principal de León. Con más de 1.500 vehículos circulando cada mañana, los efectos del tránsito se hicieron evidentes en la degradación de las fachadas y, especialmente, en la portada de la Catedral, lo que llevó a considerar la peatonalización de la vía.


La conversión en calle peatonal supuso un cambio radical en la fisonomía y en la actividad comercial de la zona. Muchos negocios se vieron obligados a trasladarse a Ordoño II, que recuperó el esplendor de antaño como centro neurálgico del comercio leonés. Sin embargo, con el tiempo, la Calle Ancha resurgió con una nueva vitalidad, consolidándose como una de las calles más bellas de España, donde la historia y la modernidad conviven en armonía.
La historia de la Calle Ancha es, en muchos sentidos, la historia de León. Sus múltiples denominaciones y transformaciones reflejan los cambios experimentados por la ciudad a lo largo de los siglos. Como testigos del devenir histórico, los leoneses transitan por sus adoquines sin sospechar que están pisando siglos de evolución urbana, de anhelos y de memoria. Y aunque el tiempo avanza inexorable, la esencia de la Calle Ancha sigue latiendo en el corazón de la ciudad, recordándonos que en sus piedras se ha escrito la historia de León, con sus luces y sombras, pero siempre con el encanto de un pasado que aún resuena en su presente.
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