LA CASA LUBÉN

La Historia completa de la Casa Lubén

Demos comienzo a una de las historias más tiernas y más sorprendentes del panorama arquitectónico leonés. Ya finalizando un mes lleno de cuestas, de inflación, y de sorpresivos aumentos de peso debido a la dieta pantagruélica de las navidades, nos adentramos en la leyenda de la Casa Lubén.

Esta empresa, a todas luces inconmensurable, hubiera sido imposible sin personalidades tan ilustres como Jesús Riol, el Indiana Jones Leonés, que compartió conmigo una teoría sobre la desaparición de un hombre que tuvo en vilo hasta al mismísimo Paco Lobatón con su ya extinta emisión “Quién sabe dónde”.

Agradecer y presentar, pues los irán conociendo a lo largo de estos artículos, a las personalidades más cercanas a la Casa Lubén, que nos contarán de primera mano sus experiencias y nos permitirán adentrarnos en su preciosa cúpula. Es el caso de José Ignacio, presidente de la comunidad, de Marien, vecina desde hace años y que conoció personalmente al desaparecido Carlos; Juan Luis, el administrador de la finca, y Camino Álvarez García-Lubén, descendiente directa de Cipriano García Lubén y que aportará un testimonio inédito que dotará al artículo de una precisión histórica de la que estar orgullosos. Pero, es necesario, como acostumbro ya, a contextualizar la vertiente más arquitectónica de uno de los edificios más famosos de León: La Casa Lubén.

Before After

Don Cipriano García Lubén ordena construir, alrededor de 1912, una casa que se terminará entre 1918 y 1919. José Ignacio nos cuenta, con mucho acierto, cómo influye la arquitectura parisina en el plantel urbanístico de León y los aciertos del Barón Haussman en la capital francesa, haciendo que el arquitecto por excelencia de León por aquel entonces, Manuel de Cárdenas, fuera el encargado de levantar la Casa Lubén, con un estilo ecléctico y vanguardista, en el que se destaca la maravillosa cúpula y las mansardas, imitando a aquellas terrazas parisinas.
La neutralidad de España en la primera guerra mundial y la devastación de Europa en el periodo de entreguerras permitieron a los leoneses gozar de un momento de bonanza cultural y económica. En dicho lapso, se levantaron las casas más famosas de León, que hoy son el vestigio de un siglo de avances y evolución constante. Como la Casa Goyo, la Casa Ciriaco, y la mismísima Lorenzana, obra también de Manuel de Cárdenas, al que se le atribuye la manzana al completo.
Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Planos de la Casa Lubén. Archivo Municipal de León. Daniel Casado
Planos de la Casa Lubén. Archivo Municipal de León. Daniel Casado

Pero, al contrario que en las casas de Lorenzana y Ciriaco, que carecen de profundidad, por estar adosadas a lo que entonces fue el Monasterio de las Agustinas Recoletas, y lo que ahora es el complejo de Santo Domingo, cuya historia abordaremos más adelante, la Casa Luben, haciendo esquina entre la Avenida Ordoño II y la Calle Alfonso V, poseía una profundidad inusitada y contaba con hasta cinco patios interiores. ¿Cuál fue la razón de añadir tantos patios interiores?

Me van a permitir ustedes el lujo de adelantar contenido, como ese ilusionado niño que no se puede aguantar las ganas de compartir un regalo que lleva meses guardando en el armario, y voy a intentar plantear una respuesta a esa incógnita, gracias al testimonio de la tan diligente Camino, que ha aportado información muy sensible e imprescindible sobre aquella época. José Ignacio, también cita la existencia de dos patios o jardincitos, aledaños al edificios, que luego fueron vendidos como parcelas para levantar edificios en ellos. Pero la existencia de los patios se debe a que la abuela de Camino, doña Eloina Hurtado, mujer de don Cipriano, el promotor del edificio Lubén, estaba tan enferma que apenas podía salir de casa, por lo que su marido solicitó a Cárdenas la creación de diversos patios interiores para el disfrute personal de doña Eloina.

Casa Lubén. LeónAntiguo
Casa Lubén. LeónAntiguo

El mismo año de la presentación del proyecto, que con tanta ilusión siempre me hace llegar Magín, desde el Archivo Municipal de León, se proyecta la anexión, o añadidura, de una segunda parte del edificio, que sería la prolongación desde el portal de la Casa Lubén hacia la Casa Lorenzana. Esto ocurriría más adelante también, en arquitectos como en Guisasola, o en proyectos como el de la Imprenta Moderna, que quizás arrepentidos por la humildad de la construcción, pensasen en una nueva altura o en una prolongación.
Incluso para la época de la fotografía, los años (ca.) 1930, ya observan ustedes un edificio famoso y emblemático que también sucumbió al paso del tiempo, como es la casa que hace esquina entre Ordoño II y Alcázar de Toledo. En él se pueden reconocer los 3 pisos de altura más las terminaciones que la dotan de 4. Pero, en la actualidad, si son perspicaces caminantes y pulcros detectives, descubrirán que hoy en día posee la misma fisonomía, pero en lugar de 3 pisos basales, posee ya 5 más la ya citada extensión hacia la sexta, duplicando su tamaño.
Lubén se instaló en la Casa homónima, y en esta desempeñó las funciones de almacén de textiles durante años. No sin la desaprobación de muchas de las personas que a su alrededor le aconsejaban construir el edificio en una zona más céntrica. Piensen ustedes, que el Hospital de San Antonio Abad aún seguía en pie por aquella época. Que Ordoño II apenas disponía de cinco o seis edificios que superasen una altura de seis pisos.

Localización de la Casa Lubén. Avenida Ordoño II antes de 1900. LeónAntiguo.

Cipriano García Lubén recibió duras críticas por elegir aquella ubicación. Pocos sabrían que tan solo unos años después, el boom arquitectónico y comercial llegaría a Ordoño II para quedarse y para convertir tanto a Lubén, como a la avenida, en un lugar de peregrinación para los amantes de las compras, y las confecciones.
Hoy nos hemos introducido en el pasado más atávico de la familia Lubén, conociendo su orografía arquitectónica y poniendo cara e historia a la Casa.Pero esperen con paciencia, queridos lectores, pues se enfrentarán, la semana siguiente, a la narración de la vida de Cirpriano García Lubén, contada de forma alegórica, por un periodista del siglo XX.
A continuación, se detalla, transcrito, el artículo en cuestión:

Artículo sobre García-Lubén

«Transcrito por Daniel Casado Berrocal de un artículo custodiado y compartido por Pilar Camino Álvarez García-Lubén»

Lo primero que me dice don Cipriano García Lubén, cuando me enfrento periodísticamente a él, es lo siguiente:

Lo único de lo que yo presumo es de gusto.

Y añade con una sonrisa cordial

Quizás algún día su supiese escribir, escribiría sobre esta casa, aunque tan solo sea por aquello de que “de gustos no hay nada escrito”.

Recojo su testigo, don Cipriano, le dice desde el futuro este Flâneur que ama la escritura y que pretende desgranar la historia de la casa.

Este gusto se revela en el primer reflejo de la personalidad de don Cipriano García Lubén. Todo en él —el vivir y el hablar— se desliza fluidamente. Con una elegancia y una sencillez que dan tono y presencia al gesto y a la figura. Hasta los detalles son todo un tratado de gracia que acusan personalidad. Y al final marca el compás de su chaqueta el dedo de con Cipriano, que al límite de su mano izquierda, va y viene subraya su frase y ampara la ceniza, limpiamente gris, de ese cigarro habano que compendia los mejores gustos y los mayores gestos de don Cipriano García Lubén.

La vida del hombre corre paralela a la vida de León. Crecen y se engrandecen la ciudad y el hombre. En un ambiente de principios de siglo, en el empalme agónico del siglo XIX, León se cierra en torno a las agujas de la Catedral y a los dientes mellados de sus viejas murallas. Un aire familiar y recogido llena las calles y las casas. León se recoge sobre sí mismo. Es una línea corta que arranca de las vidrieras florecidas y que no se atreve a pasar el Rubicón.

En los cuarteles de Lubén, como primer orgullo, está un pedacito de la Tierra Maragata de Castrillo de los Polvazares. De allí salió un día, ante los adobes de las casas más pobres del pueblo, un muchacho trabajador y decidido que se llamaba José García González. Era el padre de don Cipriano García Lubén. Este nace en León y hasta los 16 años su vida es la de todos los chicos de su edad. Juegos y estudios. La vida obliga a dejar unos y otros un año más tarde y se lanza a los pueblos de la provincia leonesa, con un muestrario bajo el brazo. En 1872 su padre se había establecido en la calle Cardiles y el calor de esa muestra, luce el hijo sus primeras armas comerciales en 1902. Su nombre, y su esfuerzo marcan tiempos de actividad en la calle de la Paloma. Apenas hay vida en esa calle. Solo un café y el comercio de Lubén. Tampoco es gran cosa el nervio del vivir en la antañona capital del reino de León. Todo languidece. Es un cuadro familiar en el que no hay más inquietud que la de la política. De nada de eso se entera el joven comerciante de la calle de la Paloma. No hace otra cosa que trabajar incansablemente e implacablemente. Solo tiene un dependiente y él mismo se ocupa de todo.

Resulta curioso ubicar a García Lubén en la calle Cardiles, y en la Calle Paloma, pues, por aquella época, aún poseía el negocio de la imprenta y los talleres la familia de la Imprenta Moderna, que comenzaba su andadura en la ciudad de León. Me hubiera encantado poder observar la interacción entre esos jóvenes inexpertos que luego serían grandes empresarios, don Joaquín Chamorro Cadenas y don Cipriano García Lubén.

De un salto va de su establecimiento hasta la plazuela del Conde, Después ya se coloca en el extremo de la ciudad, en lo que es hoy el Café nacional y antes guardaba los misterios del Suizo. Todos se extrañan del rumbo de Lubén. Vendía, como mayorista y sus clientes se lamentaban.

-Su casa está demasiado lejos. Hasta ahí no baja nadie. En esa esquina se cierra León.

Pero Lubén está preparándose para abrirlo. Para enseñarle nuevos caminos y amplios derroteros. Vende al detalle y León ya empieza a entregarse a la sonrisa amable y a la voluntad de este trabajador indomable que avanza apoyándose en una fe ciega en sí mismo, en el nervio de sus fuerzas propias.  Y así, su voluntad se trabajo es voluntad de triunfo. Ya se ha casado y ya quiere volar en su empresa, formar la vida de un hombre, la vida de una casa y la vida de sus hijos. León está sorprendido del rumbo de Lubén. Su suegro, Telesforo Hurtado, le dice:

-En León, de la Casa Lorenzana para la Catedral, lo que quieras. Pero en sentido contrario, no hay nada que hacer.

Todos le dicen lo mismo. Y Lubén contesta con un gesto que define su temple y su carácter. Atraviesa campos y en 1914, al empezar la guerra europea, principia las obras de su casa en el eje de lo que es hoy arteria principal de León. Fija su casa y ya nunca ha de abandonarla. Allí vivirá mientras su comercio y su nombre llenan los gustos y el entorno trabajador de la ciudad, crecer a León, agrupándose en torno a una línea moderna, bella y atrevida. En 1916 todo León se reía de él. Un concejal carlista comenta el hecho en su tribuna municipal., y Grita:

-Lo que hace Lubén, de ir al sitio al que va, es una barbaridad. Llorará lágrimas de Sangre.

Cuando nos cuenta esta anécdota, un relámpago de buen orgullo y alegría satisfecha empaña los ojos de don Cipriano. La ternura flota sobre los recuerdos de la lucha. Y el triunfo y la plenitud de la vida de este hombre cabalgan a galope tendido sobre los prejuicios de la gente que simboliza la frase tribunal del buen don Cayetano. Y es que Lubén no cesa de caminar toda su vida. Y el éxito –un éxito sin precedentes ni comparación- es su sombra adorable y leal. Todas las noches reza ante el altar. En ese altar de su conciencia está un hombre recto y trabajador que salió un día, cara al mundo, de la más pobre casa de Castrillo de los Polvazares. Cuando habla de su padre, Cipriano murmura:

Todavía le sigo ofendiendo. Cuando ante mí surge una dificultad o una encrucijada, suelo decir: “Padre tú qué harías”. Y hago lo mismo que él. El me enseñó a ser leal conmigo y con los demás, a dar el valor máximo a los juicios de mi propia conciencia, a no reñir ni discutir nunca, procurando transigir siempre, salvo en los casos en los que transigir ofendiese el honor o la dignidad.

Anécdota del Padre Paciencia

El Padre Paciencia era un beneficiado de la Catedral. Bueno, santo, con una bondad a prueba de travesuras de monaguillos y de impertinencias de beatas. No reía nunca. Nadie recordaba haberlo visto enfadado. Y un día, uno de sus monaguillos apostó a que hacía perder su seriedad beatifica al padre Paciencia. Al decir este su misa, el monaguillo empezó a contestar cantando. Era misa de doce en la Catedral, misa de Perifellos, de señorío y de miradas a la salida que apuntaban noviazgos. Unos se asustaron. Otros, los que estaban en el secreto de la broma, sonreían. El Padre Paciencia nada dijo. Siguió celebrando mientras su acólito cantaba. Llegó a la sacristía. Y con él entró una turba de curiosidad deseando ver la jornada en la que el Padre paciencia perdería por primera vez el sentido plácido de su nombre de guerra y de paz. Lentamente, el beneficiado se fue quitando las ropas sagradas. Al terminar, se volvió con la mejor de sus risas y dijo al monaguillo revoltoso:

-Oye, hijo mío, a mí me dan treinta duros por rezar diariamente la misa de las doce. La rezo siempre. Pero cuando a ti te apetezca que sea cantada, me lo dices y la cantamos los dos. Lo que tú quieras, hijo, lo que tú quieras.

Don Cipriano Lubén me cuenta que él siempre rezó su misa. Pero cuando otros se empeñaron en que fuese cantada, no tuvo inconveniente en cantarla.

La última lección

Su última canción es un juego primeroso de instalación comercial, en su viejo solar, remozado en armazón y restro, de la calle de Ordoño II. Todas las líneas son perfectas. Desde los trabazones y estanterías del almacén hasta el reflejo primordialmente acristalado de los escaparates. Lubén, fiel a su narrativa, vende de todos y para todos.

Al llegar a este punto, don Cipriano me dice:

-Todas las tardes, a las seis y media, me voy al Casino a jugar una partida de Tresillo. Y allí el general Vierna, el doctor Barthe (padre), don Santiago Equigaray y don Rafael Otero me llevan encantadoramente lo que aquí gano por la mañana.

Se ríe satisfecho de su broma, matizando su diversión favorita. El resto del día lo encierra don Cipriano en el recinto de colores de su palacio comercial. Recorre los almacenes, da una ojeada a  la tienda, recuerda pasos y cambia abrazos con un viejo cliente, contempla su rostro hecho carne y continuidad de su hijo, comprueba el funcionamiento de su motor de energía. La casa Lubén es un pequeño mundo. Y este hombre lo contempla todo, sin poder reprimir un movimiento de orgullo emocionado. El señalando la calle entera de su pequeño reino, puede decir:

-Cuando yo llegué hasta lo que hoy es esta calle, todo era campos y prados.

Cuando se oye hablar de su vida y de León a don Cipriano García Lubén se siente uno cautivado por esa simpatía que solo es patrimonio de los elegidos. Su sonrisa amplia es el puente tendido a la amistad y escudo contra los mismos movimientos. En el final de su día, después de su trabajo, de sus charla su partida, en la hora del balance de conciencia, en el silencio de la alcoba, entre las nubes grises de humo del último cigarro, don Cipriano García Lubén ve la historia bendita del mozo que saliera un día de la casa más pobre de Castrillo de los Polvazares. El hombre pregunta, para juzgarse a sí mismo.

-¿Está bien, Padre?

Y el silencio florece una respuesta.

-Está bien, hijo.

Don Cipriano se duerme, tranquilo y feliz. Como un niño, y la sombra, antes de volar, a los cielos en la última vedija del humo despierto, hace sobre la frente dormida –suavemente con una ternura infinita- la señal de la cruz.

Tal y como versa el artículo de Vigil-Escalera, Lubén fue un gran hombre por todos los leoneses conocido, que encontró la muerte años después, despuntando en el panorama vital de León y dejando una impronta intangible en el corazón de todos los oriundos.

LUBÉN HA MUERTO.

León tiene que llorar hoy la pérdida de uno de los hombres que más ha trabajado en silencio pero eficazmente, en su engrandecimiento.

A don Cipriano García Lubén no se le ha visto en actos de relumbrón. Era un hombre modestísimo, que huía de toda teatralidad. Esto fue un motivo más para que todo león lo apreciara. Comerciante de un talento práctico, envidiable, no se aleó del trabajo y entregó a un bien merecido descanso, cuando la fortuna, que así solemos llamar al talento unido al trabajo, le dio medios para ello.

León necesita nuevos hombres como Lubén, que ganando dinero, empujen a la ciudad por las vías de su grandeza. No es un comerciante más el que hoy ha muerto, es el arquetipo de lo que conviene que sean todos los que se dedican al comercio. A la doliente y distinguida familia acompañamos en su dolor y a los lectores suplicamos recen por el descanso eterno del inolvidable don Cipriano García Lubén.

Hoy, nos despedimos de Lubén, para comenzar a narrar lo que ocurrió tras su marcha. ¿Quién heredó el edificio, y cómo se repartieron las viviendas? ¿Creó, esta división, un cisma irreparable en la familia? ¿Qué misterio rodea la desaparición de uno de los descendientes de Lubén, del que nunca se volvió a tener noticia y que convierte a este edificio en uno de los más curiosos de todo León?

LA DESAPARICIÓN DE LUBÉN

Casa Luben. León Antiguo
Casa Luben. León Antiguo

Han conocido también a su promotor, don Cirpiano García Lubén, quien con gran ánimo levantaba un imperio en la provincia de León y hoy nos adentraremos en la curiosa historia que sucedió tras su muerte, y que derivó en la desaparición de don Carlos García Lubén, heredero del edificio. Acompáñenme a conocer, de primera mano y gracias a las aportaciones de Camino y de Marien, la misteriosa historia de la Casa Lubén.
Como reconoce Algorri, en una guía arquitectónica de León que les recomiendo consultar, Cárdenas se basa en varios de los elementos que utilizó en la Casa Ciriaco para su nuevo edificio, y resaltan algunos, como son la famosa cúpula, que con diligencia y amabilidad José Ignacio me mostró y que pueden visitar virtualmente en el reportaje de MuresTV, y los balcones volados, que don Cipriano se encargó de colocar bajo permiso expreso de extender su longitud hasta el metro y medio saliente de la fachada del edificio.
Pero centrémonos ahora, abandonando la descripción arquitectónica, en el testimonio de Camino Álvarez García-Lubén, quien nos asegura que, cuando Lubén comenzó a planear su famosa Casa, apenas se levantaba, en Ordoño la casa de Pacita Peña.

Casa Luben. León Antiguo. Nestor Santos
Interior del Portal de Casa Lubén. Daniel Casado. 2023

Todos esos prados pertenecían a Telesforo Hurtado, el bisabuelo de Camino, y el padre de Eloina. Le tocó, a esta última el terreno citado; aunque no debió hacerle mucha gracia, luego supo que la estación de tren acabaría ubicándose en la localización actual, lo que dotaría a León y a Ordoño II de una vida que antes no tenía. Como ya habíamos avanzado en el primer artículo, Cipriano solicitó a Cárdenas la apertura de varios patios interiores para que su mujer, enferma y sin posibilidad de salir a la calle, pudiera disfrutar del aire fresco desde su domicilio junto a la compañía de sus perros.
Gracias al reportaje de Mures, podemos observar la conservación del piso que ahora ocupa Marien, y en el que vivió durante muchos años el propio Cipriano García Lubén. Sobre este, se instala hace doce años, José Ignacio, que ocupa el quinto piso y una adosada parte superior, que es la cúpula de la Casa Lubén. Aún se conservan también las famosas y originales vidrieras de la Casa Lubén, que Camino conocería de niña y que hoy aún permiten el paso de luz a través de sus coloridos cristales.

Before After

Pero, como saben, todo periodo de esplendor tiene un ocaso. Este llegó tras la muerte de Cipriano padre, que legó sus posesiones a su hijo, Cripriano García Lubén. Por consiguiente, y tal y como nos asegura Camino, todas las hermanas tuvieron que abandonar el edificio, en el que ocupaban cada una un piso, que quedó íntegro para Cipriano hijo. Este legó sus pertenencias al ya famoso Carlos, que, tras estar casado y después separado, es protagonista de una de las historias más curiosas del panorama leonés.
Carlos hereda, a finales de siglo, el Edificio Lubén al completo. Como su personalidad distaba de parecerse a la de su abuelo, pues decían de él que era curioso y extraño, comenzó a administrar el edificio de una forma lejos de ser competente.
Dicen que malvendió muchos pisos y que descentralizó el poder de la comunidad, consiguiendo que, en lugar de una comunidad, se convirtiera en una empresa privada gestionada precariamente.
Una de las quejas, que se suman a las anteriores, pertenece a José Ignacio, que nos avisa de las mediocres chapuzas que Carlos intentó promover en el edificio para que en este no apreciara el desgaste común que sufren todas las casas a lo largo del intempestivo paso del tiempo. Cerró con placas de pladur el techo del hall principal del edificio, ocultando, con un falso techo, un artesonado del que colgaba, anteriormente, una lámpara que hoy han conseguido recuperar, tras descubrir que descansaba en el almacén de uno de los obreros que realizó la obra, encomendada por Carlos.

Before After

Gracias a las labores de conservación del patrimonio, impulsadas por los vecinos, hoy la Casa Lubén goza de un esplendor fuera de lo común, poseyendo elementos originales que ya han superado el siglo de antigüedad. Pero, ¿qué ocurrió con Carlos García Lubén?
Es el revelador testimonio de una de las vecinas el que nos ayuda a ordenar cronológicamente los hechos de su desaparición. Su contradictoria actitud y su carisma provocaban miradas de extrañeza cuando cruzaba el portal, pero el 5 de octubre del año 2000, Carlos salió de su domicilio, se topó de bruces con Marien, vecina del inmueble, y se saludaron de manera cotidiana, sin que su comportamiento pudiera apuntar a causa alguna de desaparición.
Se dice que dos meses después, se le vio cruzando la calle, pero escasa es la información para corroborar la veracidad de cualquier testimonio. Los datos apuntan a una desaparición involuntaria, pues la policía aduce que no había ni motivos ni causas para lo contrario. Además Carlos era diabético, y se dejó su insulina en casa, allí donde nunca volvió.
Dicen que las amistades que frecuentó durante los últimos años y sus posibles problemas con el juego podrían haber intervenido en la desaparición de Carlos, pero todo son elucubraciones sin rigor ninguno. Diez años después, su hija, procedente de Méjico, heredó las parcelas restantes de la Casa Lubén y se hizo con la administración de las fincas, que se acabaron vendiendo casi en su totalidad.

Before After

La desaparición de Carlos aún sigue siendo un misterio inexplicable, y es parte de la historia de la Casa Lubén. Los vecinos, entre los que incluimos a Marien, fueron entrevistados por Paco Lobatón, pero el periodista investigador de sucesos de desaparición no logró dar con pesquisas suficientes para encontrar rastro alguno de Carlos.
La leyenda de la Casa Lubén es curiosa, anecdótica y misteriosa, pero también es tierna y sensible. Sin lugar a dudas, Cipriano García Lubén padre fue único en su especie, y desde esta sección, rendimos un homenaje al edificio que Manuel Cárdenas construyó y él llenó de vida, siendo esta una de las Casas más famosas de León.

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