EL PRESENTE DEL SANATORIO MIRANDA
EL PRESENTE DEL SANATORIO MIRANDA
Con el alma henchida de emoción y el corazón entregado a la historia de mi ciudad, caminaba un día por las calles de León, redescubriendo los monumentos que tantas veces han sido objeto de mis escritos. Sin embargo, en esta ocasión, una idea inédita asomaba en mi pensamiento.
Al llegar a la plaza de Guzmán el Bueno, la silueta del Sanatorio Miranda captó mi atención. Rememoré los esfuerzos invertidos en desentrañar su historia, sus mitos y su arquitectura, pero también las dificultades encontradas para obtener información. Mientras observaba su imponente estructura, reparé en su terraza inaccesible y me pregunté quiénes habrían transitado por aquellos espacios vedados a la mirada contemporánea.


Mientras divagaba en estos pensamientos, mi teléfono vibró. Un número desconocido aparecía en la pantalla y, dejándome llevar por el capricho del destino, respondí. Al otro lado, no solo hallé a un admirador de mi labor, sino a un descendiente directo de aquel pasado que tanto me fascina: Emilio Batista Miranda, nieto de Emilio González Miranda, fundador del Sanatorio Miranda. Con voz emocionada, Emilio me dijo: «Soy el nieto de Emilio G. Miranda y te voy a contar todos los secretos del Sanatorio».
Emilio González Miranda: el visionario de la medicina en León
El doctor Emilio González Miranda dedicó su vida al estudio y práctica de la medicina. Tras formarse en Madrid, finalizó sus estudios en 1915, contando entre sus profesores con el eminente Santiago Ramón y Cajal. Su deseo de ampliar conocimientos lo llevó a París, donde completó cursos que le permitieron introducir en León los avances más modernos de la medicina francesa.
A su regreso, estableció su primera clínica en una modesta buhardilla de la Avenida San Marcos. En 1930 adquirió terrenos junto a la plaza de Guzmán el Bueno y, un año más tarde, nació el Sanatorio Miranda, un emblema de la sanidad en la ciudad. Su esposa, Manolita Díez Canseco, enfermera de vocación y mujer de gran carácter, fue un pilar fundamental en la gestión del centro. Cuenta Emilio, el nieto de ambos, que Manolita era una mujer con mucha personalidad y que, aparte de ser enfermera, también fue famosa en la época por hacer el saque inaugural de la querida por todos Cultural y Deportiva Leonesa en 1923.


El edificio, diseñado por Luis Aparicio Guisasola, arquitecto también de la Imprenta Moderna, albergaba una planta exclusiva para pacientes. Para atenderlos, Emilio contó con la colaboración de las Siervas de Jesús, monjas que, movidas por su vocación, prestaron servicio en el sanatorio desde su fundación hasta su cierre en el siglo XX.
Para anunciar la apertura del Sanatorio, se encargó un folleto publicitario que detallaba los servicios médicos ofrecidos: cirugía general, medicina interna, ginecología, traumatología, entre otras especialidades. Destacaba en él la presencia de una lámpara Panthos, revolucionaria en su época por permitir operaciones sin sombras a cualquier hora del día. A modo de curiosidad, el doctor estudió con Carlos Aparicio Guisasola, familiar directo del arquitecto del edificio.


La represión y el ocaso del Sanatorio
Durante la Guerra Civil, Emilio González Miranda sufrió represalias por sus ideas políticas. Fue sancionado con una multa de 50.000 pesetas y excluido de las listas de atención médica de aseguradoras como la Caja Nacional del Seguro de Enfermedad. En una carta fechada en 1947, meses antes de su fallecimiento, expresaba su descontento por haber sido apartado por razones ajenas a la medicina.
El 8 de julio de 1947, Emilio G. Miranda falleció, dejando su legado en manos de su esposa y su cuñada. El sanatorio siguió funcionando con un equipo de médicos que incluía al Dr. Castaño, el Dr. Llamazares y el Dr. Ramos, entre otros. Con los años, nuevas generaciones de profesionales se incorporaron, perpetuando la labor iniciada por el doctor Miranda.


Tras la muerte de Manolita Díez Canseco en 1988, el Sanatorio cerró sus puertas. A partir de 1993, parte del edificio fue alquilada por la Clínica de Santa María la Blanca hasta 2009. Desde entonces, el inmueble se restauró y transformó en viviendas privadas, aunque su historia aún resuena en las calles de León.
Durante mi visita al antiguo Sanatorio, Emilio me mostró rincones que aún conservan la huella del pasado.
Recorrimos escaleras centenarias y pasillos deshabitados hasta alcanzar la terraza oculta, un mirador privilegiado de la ciudad. Allí, entre la brisa y la nostalgia, comprendí que el legado del doctor Miranda no reside solo en los muros de este edificio, sino en la memoria de los leoneses que recuerdan su nombre con respeto y gratitud.


Agradezco profundamente a Emilio Batista Miranda y a su hermana Eugenia por compartir la historia de su familia, por conservar la memoria de su abuelo y por permitir que León siga recordando a aquel médico cuya pasión y entrega hicieron del Sanatorio Miranda un símbolo imborrable en la historia de la ciudad.
La historia del Sanatorio Miranda está dividida en 3 partes
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