EL PASADO DEL BANCO SANTANDER

El Pasado del Banco Santander
La historia de León se inscribe en sus calles y edificios, en cada piedra que ha sido testigo del paso del tiempo y de la vida de generaciones. Uno de esos enclaves que han marcado la fisonomía urbana de la ciudad es el edificio que albergó durante décadas la sede del Banco Santander. Su evolución arquitectónica y su importancia histórica hacen de él un referente, no solo del desarrollo financiero, sino también del crecimiento urbanístico de la capital leonesa.
La historia del Banco Santander está dividida en 2 partes
Para entender su génesis, es necesario remontarse a los primeros años del siglo XX. En una fotografía de la avenida Ordoño II, tomada antes de 1956 —cuando la Casa Alfageme aún conservaba su estructura original de tres alturas—, se aprecia, al fondo, la imponente Casa Arce, conocida popularmente como la “Casa del Coño”, que se erige majestuosa en la confluencia con la plaza de Guzmán el Bueno. El fotógrafo capturó la escena desde la llamada Casa Chupa-Chups, y entre los edificios de la zona se distingue la construcción que terminaría por convertirse en la sede del Banco Santander.
En sus orígenes, este inmueble fue promovido por Isaac Balbuena en 1903 y ejecutado por el arquitecto Juan Crisóstomo Torbado. Hasta hace poco, se creía erróneamente que su impulsor había sido Telesforo Hurtado, pero la revisión de los archivos municipales y el testimonio de su bisnieta permitieron esclarecer la autoría real del proyecto. De hecho, los permisos de construcción, datados en 1903, contradicen la extendida idea de que la edificación no se llevó a cabo hasta 1914.


Con el transcurrir de los años, el edificio pasó a manos de la familia Hurtado Merino. En 1915, ya fallecido Telesforo Hurtado del Valle, se acometieron reformas para añadir un piso adicional, un procedimiento habitual en la época, como lo demuestran intervenciones similares en la Imprenta Moderna (1931), la Casa Lubén o la Casa Alfageme (1956). Estas modificaciones respondían a la necesidad de adaptar los edificios a las exigencias del crecimiento urbano y económico de León.
La segunda mitad del siglo XX marcó una nueva etapa para este inmueble, pues se convirtió en la sede del Banco Santander, una entidad que, en su proceso de expansión, decidió reformar el edificio en 1984 bajo la dirección de D. Luis Sáez Cotillas. La modernización incluyó la construcción de un aparcamiento subterráneo en el solar del antiguo Cine Mary, cuyo espacio daría paso al actual edificio contiguo al banco.


El interior del inmueble presentaba serias deficiencias: sus compartimentaciones dificultaban la iluminación y la distribución del trabajo. Para solucionar estos problemas, se optó por un diseño diáfano en la planta baja, con amplios ventanales que proporcionaran mayor entrada de luz natural. La estructura también fue sometida a ajustes para equilibrar las alturas y dar mayor coherencia arquitectónica al conjunto. En la última planta, se diseñó una galería de arcos, organizada en módulos de tres, separados por pilastras, que culmina en una terraza, un recurso que otorga ligereza al edificio y dialoga con la estética historicista de la ciudad.


Uno de los elementos más llamativos de la reforma fue la intervención de Fernando Chueca Goitia en la fachada posterior, que, aunque originalmente daba a un patio privado, se reconstruyó respetando su valor patrimonial. Chueca mejoró las cornisas, eliminó aberturas innecesarias y perfeccionó la armonía del conjunto. Pero si hay un detalle arquitectónico que cautiva a los observadores, ese es el esquinazo del edificio. Esta solución estética, diseñada por Chueca, consistió en la integración de una torrecilla octogonal que enlaza con los miradores de hierro mediante una exquisita decoración de cerrajería artística. Su presencia dota de un carácter majestuoso al edificio y lo convierte en un hito visual de la avenida.


Hoy, con sus cuatro alturas y su elegante torrecilla, el antiguo Banco Santander se alza como un testigo mudo de la historia leonesa. Desde sus balcones, muchos ciudadanos han contemplado la ciudad, quizás con la misma melancolía con la que los románticos de antaño se asomaban a sus ensoñaciones.


León es una ciudad que no deja de sorprendernos. Basta con pasear por sus calles para descubrir su inagotable legado arquitectónico. La Casa Lubén, la Casa Ciriaco, el Edificio Goyo, la Imprenta Moderna y otros inmuebles conforman el tapiz de una ciudad que ha sabido conjugar su pasado con la modernidad. Pero, si hay un símbolo que se erige imponente sobre todos ellos, es la Pulchra Leonina, nuestra catedral, que domina el horizonte urbano con su presencia eterna.


No obstante, aún quedan muchos secretos por desentrañar. Uno de ellos reside en la Casa Alfageme, cuya historia, aún oculta para muchos, será el tema de nuestra próxima travesía por la memoria arquitectónica de León. Prepárense para descubrir un relato insólito, imágenes inéditas y detalles desconocidos de un edificio que, hasta ahora, ha guardado celosamente sus misterios.
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