EL FINAL DEL PALACIO REAL DE ENRIQUE II
El Final del Palacio Real de Enrique II
Hoy volvemos a encontrarnos con el desaparecido Palacio Real de Enrique II, quien fuera rey de Castilla. Para cuando él arrebató el poder a su hermano Pedro, León ya no ostentaba la capitalidad del reino, pero aun así Enrique procuró engrandecer una ciudad cuyo potencial no le pasaba desapercibido.
Sabemos que el Palacio Real fue construido bajo su reinado, entre 1369 y 1379, y que dominaba una gran parte del horizonte extramuros leonés, entre la muralla romana y las cercas medievales que Alfonso XI, su padre, había mandado levantar. A lo largo del siglo XVI, según relatan los historiadores María Dolores Campos Sánchez-Bordona y Javier Pérez Gil, Carlos I pernoctó en La Bañeza, Astorga, Rabanal del Camino y Ponferrada, pero no en el Palacio Real de León. Pese a la grandeza de sus estancias, el deterioro había comenzado a hacer mella en su estructura, impidiendo que pudiera alojarse allí ningún monarca. Lo mismo ocurrió en 1554 con el príncipe Felipe, futuro Felipe II, quien, en su camino hacia A Coruña, tuvo que buscar cobijo en otro lugar.
La historia del Palacio Real de Enrique II está dividida en 2 partes
La historia se repitió apenas unas décadas después, cuando Felipe III, influenciado por el Duque de Lerma para trasladar las Cortes a Valladolid, encontró el palacio en estado ruinoso y tuvo que alojarse en casas nobiliarias particulares. Al menos, este percance le permitió conocer otros lugares notables de la ciudad, como el Palacio de los Guzmanes o el convento de San Francisco, donde sí encontró acomodo.
Es una lástima recorrer hoy la Rúa y no poder contemplar aquel testimonio medieval que, en palabras de Rivero Rada, rivalizaba con el Alcázar de Sevilla. Y quizá no sea una comparación caprichosa, pues si Enrique II erigió el Palacio Real de León, su hermano Pedro I, su gran adversario, fue quien levantó la parte mudéjar del Alcázar hispalense.


han sobrevivido desde la construcción del Palacio hasta nuestros días. Algunos de ellos se encuentran recogidos en el libro de los investigadores antes mencionados, otros se conservan en el Museo de León y algunos más están dispersos en archivos de toda España.
La desaparición de las estancias reales y la pérdida de su uso regio parecen haberse consumado en el siglo XVIII, cuando el palacio sufrió diversas reformas. Según los cronistas, se han hallado restos de yeserías con ornamentación toledana, similares a las del convento de San Francisco de Sahagún, lo que sugiere una clara influencia mudéjar en las obras promovidas por Enrique II en León. Sin embargo, la documentación al respecto es escasa.


Lo poco que se sabe sobre la disposición y la arquitectura del Palacio Real proviene de estudios comparativos con otros palacios medievales y de algunos elementos arquitectónicos que han llegado hasta nosotros. Afortunadamente, gracias a la investigación de María Dolores Campos y Javier Pérez Gil, conocemos sus dimensiones y distribución aproximadas.
“El zaguán de la puerta principal era rectangular y con dos puertas enfrentadas […]. El palacio era casi rectangular, alterado solamente en el extremo oriental de su lado norte por el acceso de carruajes y en el occidental del sur por la prolongación paralela a la línea de fachada que conducía a una pieza que se dedicaba a las cocheras” (Campos y Pérez, 2006, p. 102).


El edificio contaba con varios patios interiores, concebidos como espacios de descanso para los príncipes y nobles que allí se alojaban. Estos patios, conectados por amplios zaguanes, probablemente estaban dotados de galerías, en consonancia con la arquitectura hispano-morisca de la época.
“En el caso del [palacio] leonés, se alude a una pequeña capilla del palacio en la documentación de los siglos XVI y XVII, sin que se especifiquen detalles que puedan clarificar el tema, ya que en la mayor parte de las referencias tal espacio sacro está ya relacionado con la cárcel instalada en las antiguas dependencias palaciegas”. (p. 103).
Uno de los escasos vestigios que han llegado hasta nosotros es un arco de medio punto, que desde 1871 se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, donde aún puede ser contemplado por cualquier visitante interesado en la historia de León. También en el Museo de León se conservan ricos artesonados y techumbres que pertenecieron a las estancias de este desaparecido palacio, que en su día situó a la ciudad en el mapa arquitectónico medieval y que, de haber perdurado, rivalizaría hoy con construcciones como el Alcázar sevillano.


La demolición definitiva del Palacio Real se produjo en 1948, aunque su progresivo desmantelamiento comenzó mucho antes. En el siglo XVIII fue ocupado por el Cuartel de Milicias, vinculado a la Fábrica de Hilaturas situada en el mismo solar donde hoy se alza el Hotel Conde Luna. Más tarde, en 1939, con la apertura de la calle General Lafuente, el palacio fue partido en dos. Finalmente, en 1948, los operarios terminaron su demolición, dejando apenas el recuerdo de lo que una vez fue.


Hoy, en el lugar donde se alzaba el Palacio, encontramos un edificio moderno que apenas deja intuir el esplendor pasado. Como prueba de ello, conservamos fotografías que documentan sus últimos años de existencia, testigos mudos de la desaparición de uno de los edificios más imponentes de la historia leonesa.
Hay, sin duda, mucho más que contar sobre el Palacio Real de Enrique II. Quienes deseen profundizar en su historia pueden consultar el libro antes mencionado, disponible en la Librería Pastor, una excelente fuente para conocer mejor el pasado de nuestra ciudad.


Con este artículo nos despedimos de la calle de la Rúa y del Palacio Real, para emprender una nueva aventura histórica. Acompáñenme ahora a descubrir la historia del Rollo de Santa Ana, un enclave que, en su día, rivalizó con la Plaza del Grano por su entramado de soportales y su empedrado clásico. Sigamos recorriendo juntos los caminos de la memoria leonesa.
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