CALLE DE LA RÚA

La calle la Rúa
Bienvenido, querido lector y lectora, a esta sección donde ha de encontrarse como en su propia casa, barriendo los recuerdos del pasado debajo de la alfombra y descubriendo los objetos olvidados en el fondo del cajón que es este León maravilloso que nos obsequia con su historia viva.
Hoy caminamos por una calle muy especial, algunos dicen que tiene más de mil años, pues oficialmente se creó alrededor del siglo X, pero otros aseguran que es una de las calles más antiguas de León pues, aunque se encontraba extramuros, allá por el siglo I después de Cristo, conducía a una inmensa edificación que descansa debajo de los edificios más tradicionales de la calle. Conozcamos, por lo tanto, la historia de la calle de la Rúa.
Esta se encuentra, para ubicar al lector, entre la plaza de las Concepcionistas y la calle Ancha, atravesándola alguna ya famosa como la calle Teatro y General Lafuente. Para mí conserva un halo especial, pues son innumerables las ocasiones en las que acudo a la misma para visitar un pequeño oasis familiar en el que me encuentro junto a la mejor compañía. Un pequeño secreto que me guardo para mí.
Ruego a los lectores y lectoras un momento para la visión general de la calle, que se encuentra, paralela, a escasos metros, de la antigua muralla medieval. Para que se hagan una idea, se lo presento en el mapa, el comienzo de la calle Ancha fue incluso una famosa puerta de entrada a la ciudad romana de León, siguiendo la muralla por la parte trasera de los edificios que se asoman a la Rua.


A decir verdad, a finales del siglo XX se descubrió, en uno de los patios interiores de un edificio, un antiguo cubo de la muralla que se precipitó al olvido debido a su mal estado, siendo restaurado más adelante. Hoy en día es la parte central del patio interior.
Por no hablar del ya famoso cubo de la muralla, en el que puedes comer, pues ha sido restaurado por los amables y emocionados dueños de la Bodega Regia, Esta muralla llega hasta la intersección entre Conde Rebolledo y Cascalerías, girando hacia la plaza del Mercado o Conde Luna.
Por otro lado, la Rúa, que por aquel entonces se localizaba a escasos metros de las murallas, era conformada por un camino que se encaminaba hacia el antiguo Coliseo Romano de León, o mejor conocido como el Anfiteatro. Quizás no conozcan la historia del Anfiteatro de León, que es posible visitar y se encuentra en un área arqueológica a escasos metros de Conde Rebolledo. Por cierto, ¿sabrían decirme quién fue el Conde Rebolledo? ¿Y si les dijera que fue uno de los máximos exponentes literarios de León, allá por la etapa renacentista de la ciudad? Como ya habrán intuido, lo desgranaremos en otro de nuestros artículos dedicados a las calles de León.


El anfiteatro de León ocupó una gran parte de la calle Cascalerías. Incluso yo he tenido la ocasión, hace poco más de quince años, de asomarme a las excavaciones, desde una altura privilegiada, para conocer cómo era aquel vestigio romano que tanto sorprendió a los arqueólogos y que seguro, tanto molestó a los constructores.
¿Conocían todos los secretos ocultos bajo los adoquines de la calle de la Rúa? Pues prepárense, porque esto acaba de comenzar. Seguimos desgranando la historia de la calle llegando a los orígenes de su formación, pero sin desvelar la razón lógica de su nombre.
La calle ha tenido diferentes denominaciones conforme han pasado los años. Así, algunas que recoge el famoso Nomenclator, son: la Ruviera, Rúa de los Francos, Rúa mayor, Rúa Vieja, Camino Francés, Alfonso XIII y Capitán Galán, en homenaje a uno de los héroes sublevados de jaca. Según Armando G Colino, el 23 de noviembre de 1936, se aprobó el cambio del nombre de esta vía denominada entonces Galán por el de la Rúa.
La calle nació en el siglo X. Aunque como ya hemos visto anteriormente, las avenidas extramuros a la muralla medieval, o lo que hoy es la Rúa, dirigían al intrépido leonés hacia el Anfiteatro romano.


Este Cicerone alza la vista cuando camina por la calle de la Rúa, observando la heráldica centenaria de nuestra ciudad, posando su mirada sobre el número 28, que hoy ocupa una cafetería y confitería. En su día, nos ayudan los testimonios de Armando G. Colino y Javier Tomé, fue conocido como el palacio del Valdecarzana, perteneciente a don Ramiro Rodríguez de Cusanza y Acuña, casado con doña Elvira Alfonso de los Álamos. Este portentoso escudo nos avisa sobre la importancia del edificio ya en el siglo XVII cuando fue construido y labrado en piedra su heráldica.


Les aconsejo que, movidos por la curiosidad, observen, a media altura, las placas de las calles de la Rúa que nos avisan de todas las efemérides celebradas en torno a los edificios que un día ocuparon célebres personajes de la historia. Aquí les cedo alguna de mi colección personal:
Otro de esos edificios data del siglo XVI, y aún puede verse en la plaza homónima: el convento de las Concepcionistas. No me entrometeré demasiado en la historia de este monumento vivo, fue fundado por Leonor de Quiñones, dedicado a la Orden de la Inmaculada, fundada a su vez por Beatriz de Silva en Toledo en 1489.
Comenzaron siendo los fueros en los que los comerciantes desarrollaban sus labores, por eso hay muchas calles aledañas que llevan el nombre de los oficios. Pero es ya al abrigo del siglo XX cuando la actividad comercial, casi a modo de galería externa comienza a convencer al ilustre caminante que se deleita con famosas tiendas hasta la calle Ancha. ¿Sabrían decirme el nombre de algunas? Yo me acuerdo de un par de ellas, aparte por supuesto de las que hoy ocupan la vía, pero seguro que sus recuerdos nos permiten esbozar una idea de la maravillosa historia de la Rúa.


Al final de la calle aún pervive la memoria y el legado del gran Café Granja Victoria, inaugurado en junio de 1887. Con casi ciento cuarenta años de edad, es una de las cafeterías más longevas de León.
Observen cómo el entramado de la calle va cambiando a medida que pasa el tiempo y cómo, conforme la necesidad de desarrollo aparece en el horizonte leonés, la Rúa va perdiendo paulatinamente su brillo. Hoy en día, una docena de comercios sobreviven al paso del tiempo, y van apareciendo y desapareciendo conforme lo hacen las estaciones. Algunos se mantienen, después de varios años, o décadas, alimentando la valía de esta calle, que, con grandes edificios, casi rascacielos para ese León romano, van oscureciendo una laberíntica calle que nos conduce hasta la calle Ancha, pasando por diferentes brazos que la comunican con otras tantas, como General LaFuente o Calle Teatro, de la que ya hemos hablado en varias ocasiones, conociendo la historia de La Dolorosa y del curioso enigma del cartel que da nombre a la calle.


En la Rúa han vivido célebres personajes de nuestro panorama cultural, pero, sobre todo, ha servido a la historia para trazar una línea divisoria entre la muralla romana y el exterior de la misma. Recuerden ustedes cómo se descubrió apenas hace veinte años, la presencia de un antiguo cubo milenario en el patio interior de una vivienda. Pero la Rúa es más que eso y bajo su precioso suelo empedrado y adoquinado descubrimos el Anfiteatro Romano que llenó de gloria la ciudad que un día fundaron Trajano y Galba al principio del primer milenio después de cristo.
Tal y como les prometí, en el presente artículo desgranaremos parte de los misterios que rodean a esta calle, que lleva el nombre de la Rua pero, ¿saben por qué? Viajando hasta el siglo IX después de Cristo, nos encontramos con el hallazgo de los restos del apóstol Santiago en Galicia. Concretamente en 814. Fue muy conveniente este descubrimiento en el punto más septentrional del territorio dominado por el cristianismo, pues surgieron multitud de peregrinos que, desde todas partes del antiguo continente, viajaban a España para ver las reliquias del apóstol.


Fue ya en el siglo X que, ante la afluencia de franceses que emprendían el camino hasta Santiago de Compostela, pasaban por León, dejando su ofrenda a la Virgen del Mercado y pasando por la calle de la Rúa. Fue bautizada entonces, como la Rúa de los Franceses.
El Camino de Santiago, en España, fue una de esas obras faraónicas que colocó al país en el centro del panorama cultural de la Edad Media, donde las cruzadas religiosas ya habían comenzado a ocupar los deseos de los papas y de los caballeros artúricos. Para entrar en León, y según nos cuenta Armando G. Colino en su callejero leonés junto a Javier Tomé, entraban los peregrinos por la carretera de Sahagún, siguiendo por Bercianos del Real Camino, y Mansilla de las Mulas. Cruzaban por Puente Castro y llegaban al rollo de Santa Ana. Este camino nos recuerda a la Pícara Justina, a su paso por León desde Mansilla de las Mulas, describiendo la ciudad al completo y esgrimiendo una crónica de la ciudad en boca de Justina pero en la pluma de López de Úbeda.


El arrabal de Santa Ana, que es conectado por Barahona con Puerta Moneda y esta con la Rúa, nos parece muy lejano a lo que es hoy el barrio de Santa Ana, convertido en un cómodo residencial. Pero antiguamente, y no estoy hablando del siglo XVI sino de 1989, el rollo de Santa Ana no se diferenciaba demasiado de aquel que visitase la Pícara, con sus soportales y sus empedrado característico.


Seguro que ya han escuchado hablar del Palacio Real, lugar fundado en 1371 por Enrique II y que ocupaba gran parte de los solares que se asoman a General Lafuente y a la Rúa. Resulta preciso decir que este fue uno de los grandes palacios mudéjares de toda España, reconocido como el Palacio Real de León. Y aunque son pocos los vestigios de su presencia en nuestra historia, sí que aparecen documentos de gran relevancia para conocer su trayectoria a lo largo de nuestras vidas. Alguno de ustedes, de oída seguramente, lo llegarían a conocer como el cuartel de la Fábrica.


Pues bien, les adelanto que su historia es singular, cuando menos, y que marcará un antes y un después en la historia de estas secciones, pues bien lo han adivinado los avispados lectores. ¿Sabían que hubo un Palacio Real en León?
Otra de esas historias, ya contadas en otros medios, es la del famoso avión de la Legión Cóndor, que perdió el control en las navidades, en concreto el 23 de diciembre de 1937 y se chocó contra una de las viviendas de la calle de la Rúa.
Antes del somero resumen del accidente, les aconsejo visitar el maravilloso artículo de Susana Vergara, quien recopiló toda la información y la puso a disposición del interesado lector para ilustrar esta historia.


Así decía el parte oficial de Regimiento de Infantería de Burgos. […] aproximadamente sobre las doce horas un aparato de aviación de la Base Aérea del Norte, chocó violentamente con una casa de la calle de la Rúa de esta ciudad próxima al cuartel de la Fábrica (lo que hoy en día es el Casino del Conde Luna y un día ocupó el Palacio Real de Enrique II) resultando muerto el piloto, que según referencias tomadas por el informante, era de nacionalidad alemana, habiendo oído que también resultaron heridos dos paisanos y una niña, sin que puedan concretar los nombres de ninguno de ellos así como tampoco el número y clase del aparato.
Hubo de ser un terrible acontecimiento que despertó (si no lo estaba ya) a la ciudad de León, pendiente de la Guerra que se estaba disputando en toda España, pues fue durante el epicentro de la Guerra Civil. Por desgracia, murieron al instante dos pequeñas que no fueron nunca conscientes de lo ocurrido. El piloto también acabó muerto como resultado del choque. Pero lo que más llama la atención es la rapidez con la que el suceso se ocultó a la opinión pública. De hecho, y aunque la memoria de los más experimentados nos pueda contar parte de aquellos rumores, no es hasta que Susana, junto a otros investigadores, como el mismo Tomé, Wenceslao Oblanca, López Contreras, encuentra esta información cuando sale a la luz la verdadera historia del avión alemán que se chocó contra uno de los edificios de la Rúa.


Y ya por último, nos asomamos al pasado de la calle General Lafuente, calle señalada también por su vinculación con el régimen franquista, pero que resulta de vital importancia para conocer otro de esos sucesos curiosos de la historia.
En su entramado, que va desde la Rúa, el número 33, muy especial para mí, hasta a Avenida Independencia, se celebraron, a mediados del siglo XX, en concreto en la década de 1940, varias corridas de toros, con el Palacio real como testigo, y en las que los matadores cortaban las orejas, que impregnaban el suelo de la calle de sangre.
Aquí algunas de esas fotografías que pasarán a la historia, pues hoy camino por esa pequeña calle para adentrarme en el corazón de la Rúa. Es difícil pensar que en estos lugares, donde nuestros pasos son comunes y donde la rutina se ha afincado, hayan ocurrido infinidad de sucesos que han marcado la historia de nuestra ciudad.


Al fondo queda ya la Rúa, que se despide de mí, y al frente, una nueva historia, con la que aprendo y de la que me enorgullezco. Visiten, de la mano de este Cicerone curioso, las calles de nuestro querido León para empaparnos, juntos de la cultura ancestral que ha marcado nuestro presente.
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